30 de agosto de 2016

A Javier Gómez Matallanas

Señor Javier Gómez Matallanas

Quiero expresarle mi más sincera admiración porque tiene mucho, pero muchísimo mérito llegar a donde usted ha llegado engañando a sus lectores de la forma tan descarada y sonrojante en que lo hace. Desconozco en qué momento decidió usted dejar de ser un profesional de la información para convertirse en el guionista de la ficción futbolera más chusca, rastrera y ruin de los últimos tiempos. Tampoco sé de donde saca usted la inspiración y la creatividad necesarias para tal fin, aunque imagino que el tener la cabeza tan metida en el culo de Alfredo Relaño ha podido ayudar bastante.

Tampoco me extraña que haya elegido usted su blog personal en El Confidencial para la puesta en estreno de semejante sarta de mentiras. Porque semejante despropósito es demasiado surrealista incluso para publicarlo en el panfleto deportivo en el que usted se vende. A buen seguro que es consciente de que su reputación y su credibilidad entre millones de aficionados atléticos ya hace tiempo que está por los suelos. Señor Matallanas, a usted a estas alturas ya no le cree ni el tato. Pero con su ficción de ayer ha dado una vuelta de tuerca más y muchos aficionados han dejado de considerarle un simple bufón para señalarle merecidamente como persona non grata.

Eso es básicamente lo que usted ha conseguido con su última bazofia de juntaletras despechado y resentido, más allá de recibir su ansiado chuletón y la palmadita en la espalda de sus amos madridistas. Pero es evidente que esto a usted no le incomoda en absoluto, porque usted se dedica a eso. A mentir. A mentir en el momento más inoportuno para intentar causar el mayor daño posible. No obstante, tenga usted la absoluta certeza de que en realidad el daño se lo está haciendo a sí mismo y a su profesión.

Usted hoy saborea los beneficios de sus fechorías mientras su estómago agradecido le engaña y le dice que hace lo correcto. Pero con el tiempo, cuando la animadversión hacia usted vaya en aumento, cuando el hashtag #tienesmáscuentoqueMatallanas sea trending topic, cuando ningún atlético de bien se sienta cómodo a su lado y cuando sus amos le sustituyan por otra mascota más graciosa y peluda, echará la vista atrás y se acordará de episodios como el de ayer. ¡Y todo por un chuletón oiga!  

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21 de agosto de 2016

Torres es un clásico

Torres. Siempre Torres. Lo sabía. Pero por un momento subestimé la aceleración de un buen clásico y me perdí su gol en directo. Fue prepararme un café a toda leche y poner el partido para darme cuenta de que ya había marcado. Ni tan siquiera me dio tiempo a desenfundar uno de mis puros. El Niño es un pistolero muy rápido y su fama le precede. Además nunca habla por hablar. Como decía Tuco en "El bueno, el feo y el malo" cuando se dispara no se dice nada. Las balas hablan por sí solas y los goles también. ¡101! Se dice pronto, aunque hacerlo en el Atleti es harina de otro costal. Torres ya está en la lista de los diez atléticos más buscados. De encontrarnos en el salvaje oeste sería ese compinche del que nunca te separarías cuando las cosas se pusieran muy feas, sabedor de que nunca te abandonaría en el peor momento y elegiría mil veces el plomo antes que cambiar de bando.


Hagan como este ferviente seguidor que disfruta con cada cabalgada de nuestro Niño Torres. Cada segundo, cada zancada, cada balón. Como si viera un Ford Mustang del 67 rugiendo a gran velocidad por una de esas carreteras polvorientas con ruido de sirenas detrás, curtido en mil batallas y en otras tantas persecuciones. Y que a pesar de los años, de los golpes y de toda la mierda que le haya podido caer encima, mantiene intacta su esencia indomable, su potencia y sobre todo su clase. Es como ese clásico que jamás cambiarías por otro más nuevo aunque sus prestaciones pudieran ser mejores. Porque sabes muy bien que aunque así fuera jamás te haría sentir lo mismo. Y esa sensación no tiene precio, Así que no pares Niño, ni se te ocurra parar. No levantes el pie del acelerador y pisa a fondo. Y sigue rugiendo con tus goles... Que nos pisan los talones y lo mejor todavía está por llegar.